El cine y la música son las grandes perjudicadas, pero los libros están empezando a sufrir los daños de la piratería. En Colombia, La última novela del Nobel Gabriel García Márquez, "Memoria de mis putas tristes", se podía comprar en las calles de Bogotá días antes de la salida a la venta del libro. En España, en muchos top-manta ya se pueden encontrar algunos títulos de gran alcance popular a precios, claro está, muy inferiores a los de cualquier librería o centro comercial. Todo aviso recurre siempre a una conclusión alarmante, pero cierta: "La cultura española está en peligro". Los ciudadanos, quizá, no entienden que si la gente se descarga las películas de Internet en vez de acudir al cine, muchos directores jamás podrán realizar su primera película. Y en el mundo musical, por poner otro ejemplo, muchos cantantes o grupos jamás podrán editar su primer disco. ¿Qué valor real tiene esa cultura que jamás se producirá por la piratería actual? Ya no sólo debemos apresurarnos a mirar hacia el futuro. Como los cines están vacíos, mucho personal es despedido y muchas salas (algunos tan míticos como el Avenida de Madrid, situado en plena Gran Vía) han cerrado o están a punto de hacerlo.
La campaña se exhibirá en más de 2.500 salas de cine, se colgarán carteles en videoclubs y cines y también se incorporará a la prensa. Un arsenal propagandístico que lucha contra un gigante que poco a poco ha adquirido mayor fuerza. Las nuevas tecnológías han potenciado de forma inintencionada el fomento de la piratería, ya que gracias a ella resulta muy sencillo descargarse cine, música o videojuegos.
A pesar de la evidencia, muchos ciudadanos también alzan la voz contra aquello que también denominan "robo". Y con razón. El canon que va para la SGAE (Sociedad General de Autores y editores) a partir de cualquier compra de equipos y soportes informáticos es para muchos un abuso irracional. Su teoría se asienta principalmente en la demostración de que sólo una mínima parte de la compra de esos equipos y soportes está destinado a la piratería. ¿Por qué la SGAE ha de percibir un ingreso económico por una actividad que puede ser totalmente ajena a ella? La propia SGAE se defiende señalando que ni con el cobro del canon puede llegar a cubrir las pérdidas que supone el ejercicio de la piratería. Una web en Internet recoge firmas para la retirada de este canon y ya ha conseguido más de un millón. Su programa queda recogido en un documento pdf.
En esta guerra abierta, parece claro que quienes más pierden son esos artistas que viven de sus ideas. Y más aún, pierden aquellos que nunca tendrán la oportunidad de demostrar su talento y su brillantez. El coste de la piratería, en realidad, es mucho mayor que los 700 millones de euros que se denunciiaron en la presentación de esta campaña. El verdadero coste son los cines que se cierran, las novelas que nunca se escribirán, las películas que jamás serán filmadas y la música que jamás será escuchada. Ese es nuestro particular canon.
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